¿Escuchó usted a médicos hablando entre sí de sus –los de usted– problemas físicos? ¿Escuchó usted a psicólogos hablando entre sí de sus problemas mentales? Menos mal que no, porque si lo hiciera, escuchando cómo los primeros hablan de riesgo de muerte y los segundos de neurosis, se angustiaría y se ofendería. Exactamente lo mismo ocurre con los economistas: utilizamos una nomenclatura que sirve para comunicarnos de manera eficiente entre nosotros, pero que, entendiblemente, impacta sobre la sensibilidad de quienes no son economistas profesionales. Ejemplo: mercado, entre los economistas, no necesariamente significa dinero.

Para que nos ayude a entender la naturaleza del problema conversé con el polaco Henry Schultz (1893-1938), quien con su familia migró a Estados Unidos en 1907. En 1916 estudió en la Universidad Columbia, bajo la decisiva influencia de Henry Ludwell Moore, y a partir de 1926 enseñó en la de Chicago. Junto a su esposa y sus dos hijas, falleció en un accidente automovilístico en California, adonde se dirigía para enseñar, aprovechando un año sabático de la Universidad de Chicago. También murieron de igual forma Francis Michel Bator, Yorman Ben Porath, Oscar Braun, Tomás Bulat, Stephen Herbert Hymer, John Forbes Nash y Alberto Sojit.

–Según Mary Susanna Morgan, usted perteneció al pequeño grupo de econometristas pioneros que pusieron los cimientos para el fenomenal desarrollo de la economía matemática y la econometría posterior a la Segunda Guerra Mundial.

–Participé de la reunión convocada para organizar la Sociedad Econométrica, celebrada el 29 de diciembre de 1930, y tengo 21 referencias en el índice de autores (soy uno de los más citados) en la Historia de las ideas econométricas, que Morgan publicó en 1990.

–En su obra escrita, ¿cuál fue su principal aporte?

–Según Jacob Louis Mosak, Teoría y medición de la demanda, mi monumental obra de 817 páginas, publicada en 1938, me reveló como el más completo analista de la demanda de mi generación. Más de medio siglo después de su publicación, el libro sigue siendo un modelo referido al enfoque correcto del uso del análisis económico. Haciendo trabajo empírico era tan meticuloso que, antes de la era de la computadora, un ayudante podía tomar una hoja de cálculo elaborada por otro una década antes y no tener dificultad en rastrear las fuentes y chequear la precisión de cada cálculo que había en ella.

–En la Argentina de 2023 levantó mucha polvareda que economistas hablen delante de quienes no lo son de ineficiencia, mercado, etcétera, refiriéndose no solamente al caso de tornillos o camisas, sino también al exterminio de seres humanos u órganos. ¿Qué está pasando?

–La comparación con los médicos y los psicólogos es buena. Si un médico le habla a usted de células cancerígenas, lo único razonable consiste en… desmayarse. Recuperado el conocimiento, el galeno le aclarará que hay muchos tratamientos muy eficaces, que siempre existe la chance de morirse de otra cosa, y que por ahora lo único que hay que hacer son… más análisis. En el caso de economía ocurre lo mismo, y permítame ejemplificarlo con el término mercado.

–Adelante…

–En microeconomía distinguimos entre los mercados “de pocos” y los mercados “de muchos”. Ejemplo de este último: la soja. Lo cual explica que un productor no tenga ningún inconveniente en explicarle al resto cómo mejorar la producción, porque sabe que el resultante aumento de la oferta no disminuirá los precios a los cuales él (o ella) venderá su cosecha. Ejemplo del mercado de pocos: autos. Lo cual explica que ningún fabricante les muestre a los otros oferentes los nuevos modelos que está por lanzar al mercado. Los productores de soja no son mejores personas que los de autos, sino que los primeros operan en un mercado de muchos; y los segundos, en un mercado de pocos.

–¿A qué viene esto?

–A que la denominada teoría de los juegos, que en realidad debería denominarse teoría de la decisión cuando la interacción es intensa, sirve para entender la lógica decisoria de los candidatos durante una elección. Porque toda contienda electoral se entiende cuando se la analiza como un mercado de pocos, donde por consiguiente el comportamiento de los candidatos se parece más al de los fabricantes de autos que a los de soja.

–¿Moraleja?

–La utilización del análisis del mercado de pocos sirve para entender. Los economistas usamos el término mercado, pero sin necesariamente involucrar dinero; y mucho menos estamos bastardeando la actividad política.

–¿Qué quiere decir mercado, por ejemplo, en el caso del trasplante de órganos?

–Pregunta de ignorante, porque me falta información. El Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implantes (Incucai), en el mecanismo decisorio con el cual asigna los órganos disponibles para trasplantes de órganos, entre quienes necesitan un riñón, un corazón, etcétera, ¿utilizará los mecanismos diseñados, entre otros, por Alvin Eliot Roth, Premio Nobel en Economía 2012? Es muy probable que sí lo haga y, que yo sepa, no hay involucrado dinero. Porque, en este caso, cuando los economistas hablamos de mercado, estamos pensando en mecanismos.

–Martín Krause, cuando afirmó qué pasaría si la Gestapo hubiera sido argentina, fue acusado de banalizar el Holocausto.

–Nuevo ejemplo del uso de la nomenclatura técnica delante de quienes no son economistas. Al respecto, De Pablo, quiero recordar un episodio que usted me contó: en 1984 usted acompañó a visitar el Alcázar de Toledo a un economista judío, nacido en Polonia y emigrado a Israel antes de la Guerra de la Independencia, con quien tuvo una conversación que podría haberse interpretado de la misma manera.

–Recuerdo perfectamente la conversación, pero, ¿de quién está hablando?

–De Yair Mundlak, gran economista y econometrista, además de excelente ser humano. Yair peleó en Israel, en la Guerra de la Independencia, integrando un pelotón liderado por quien luego fuera el general Isaac Rabin. ¿Alguien puede creer que, con estos “pergaminos”, con su afirmación Yair estaba banalizando el Holocausto? La diferencia con Krause es que Mundlak se lo dijo a usted, que también es economista.

–¿A dónde vamos con todo esto?

–Un par de conclusiones principales. Primera: todos los profesionales tienen que saber expresar sus verdades delante de quienes no lo son sin utilizar la nomenclatura técnica, que puede resultar indignante, cuando no ofensiva. Segunda: tenemos que seguir utilizándola cuando hablamos entre nosotros, porque es la mejor manera de desarrollar los diálogos entre colegas.

–Don Henry, muchas gracias.

Fuente: La Nación